El circulo
Cuando nací tu ya no estabas en casa. Me conociste cuando tenía tres años. Contaba mamá que alguna vez siendo niña hice alguna travesura y me regañó. De manera inmediata hice algún gesto que le hizo recordar a su hijo mayor. Ahí acabó la reprimenda. Mamá decía que se le fue un hijo y le llegó otra igual. Gracias hermano!
A pesar de la diferencia de edad -21 años- en muchas cosas fuimos muy parecidos. Algunas personas llegaron a decirnos que parecíamos fotocopia. Nuestras manos y pies eran iguales…. Eso nos daba mucha risa.
La lista de recuerdos es infinita -viajes, cartas, llamadas telefónicas, fotografías, objetos africanos-, sin embargo, en mi corazón siempre permanece tu capacidad para “sorprenderte”. No importaba si era algo muy conocido, siempre algo te llamaba la atención: un autobús echando humo; una buena cumbia; un mercado lleno de olores y sabores; los atardeceres; el Bacardí con Coca-Cola; una torta de tamal, las reuniones familiares, etc., etc.
El año pasado tuve la oportunidad de encontrarte en Campeche, -que valentía-, no importó el calor, la distancia, el Vossan, los brincos para llegar al Rancho. Nada te detuvo… en familia estuvimos.
Conviví contigo un mes, y no se me puede olvidar como me contaste mil y una cosas de tu infancia, de tus travesuras de niño. La gran mayoría de anécdotas yo nunca las había escuchado. Guardo esas tardes en mi corazón.
Siendo trotamundos, tuve la fortuna de acompañarte en tu último viaje en avión. Campeche, Mérida, Toronto, Ottawa. Y como siempre, tu y tu familia me recibieron con todo el cariño.
Hermano, el circulo se cerró… gracias por todo.
Love, Patricia
Patricia Murillo